Las primeras demandas feministas aparecieron durante la revolución francesa de la voz de Olympe de Gouges, quien pensaba que la ola de cambios de la época dejaba fuera a las mujeres. Tras preguntarse sobre el origen de estas discriminaciones escribió la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadanía obra que, lamentablemente, la condujo a la guillotina.
Mucho ha ocurrido desde entonces por lo que hoy hablamos de feminismos, en plural, ya que no hay un solo feminismo pues las mujeres no somos una población homogénea. De allí las distintas corrientes existentes que han surgido en todo el mundo y que van desde el movimiento sufragista al feminismo de la igualdad o la diferencia, pasando por el feminismo negro, el ecofeminismo, el feminismo institucional, el ciberfeminismo, los feminismos latinoamericanos, el africano, asiático o afroamericano.
Y pese a lo que algunos declaran, para las feministas el hombre no es un enemigo, pues su objetivo es transformar el orden patriarcal en el que vivimos, distribuyendo de mejor manera el poder y los privilegios asociados a los roles asignados por la cultura. La idea es terminar con la llamada “masculinidad hegemónica”, que prestigia comportamientos como la competitividad, la demostración de fuerza o el uso de la violencia, para avanzar hacia nuevas masculinidades.
Sin embargo, las nuevas masculinidades aparecen sólo después de una toma de conciencia. Para el médico español Miguel Llorente Acosta, experto en violencia de género, los hombres se agrupan entre quienes promueven la igualdad, los que son machistas y aquellos que son neutrales. Pero si necesitamos tomar conciencia para transformar, la posición aparentemente neutral que asume la mayoría está reproduciendo implícitamente las desigualdades de género.
El llamado entonces es a ser parte del cambio para construir entre todos y todas entornos organizacionales y sociales libres de discriminación y violencia por razones de género.