Incorporar a hombres en el entrenamiento de mujeres que avanzan hacia posiciones de mayor responsabilidad es una apuesta que permite aprovechar toda la experiencia existente en la industria.
Durante los últimos años la presencia femenina en el sector minero se ha duplicado. Su participación total en la fuerza laboral subió desde un 7,1% en 2011 a un 14,3% en 2021, mientras que el indicador global de contratación de mujeres creció de 9,1% a 26,8% entre los mismos años, según datos publicados por el Consejo Minero. Estos resultados son importantes y reflejan el esfuerzo conjunto de la industria, los gobiernos y la sociedad en general, aunque todavía queda mucho por hacer.
Para posicionar a más mujeres en cargos de responsabilidad, es clave empoderarlas y desafiar los sesgos de género. Lo anterior, tomando en cuenta que muchas todavía permanecen alejadas de los ámbitos de la toma de decisiones -especialmente de algunas gerencias operativas-, estiman que los hombres acceden a más oportunidades, o enfrentan complejidades como la conciliación de la vida laboral, personal y familiar.
Y aquí es donde la mentoría surge como una herramienta útil. Sin embargo, en tiempos de cambio también necesitamos incorporar la mirada crítica para innovar. De allí es que apareció la idea de modificar las tradicionales mentorías hechas por mujeres a otras mujeres, incorporando en el entrenamiento también a hombres con puestos directivos y amplia experiencia en la industria.
De esta forma, no solo buscamos aprovechar todo el capital humano existente, sino que también apalancamos la transformación cultural desde adentro, avalando los equipos de trabajo mixtos. Lo anterior considerando que, al habilitarse como mentores, los hombres participantes tienen que mirarse a sí mismos crítica y profundamente. Esto los lleva a encontrarse con sus propios mitos, prejuicios y sesgos de género, y a verlos con mayor claridad en el ejercicio de otros hombres de su cultura organizacional.
Estas mentorías permiten visibilizar a profesionales con experiencia, apreciar su talento y confirmar que existen sesgos en la cultura. También potencia la gestión del conocimiento en la organización, pues posibilita el acceso a las experiencias de los hombres y mujeres que participan, además de facilitar su intercambio. Por otro lado, nos damos cuenta que, en general, quienes han elegido carreras masculinizadas han sido incentivadas por la influencia de historias de madres o figuras femeninas que han desafiado los estereotipos de género.
La sinergia que surge de este encuentro es potente y, como consecuencia, nos hemos encontrado con nuevas formas de abordar los conflictos, una perspectiva más global, y el despliegue de nuevas competencias, entre muchas otras cosas. De esta manera se potencia la convicción de que la diversidad y la inclusión en los equipos de trabajo agrega valor al negocio y vamos avanzando hacia una manera sustentable de incorporar mujeres en la minería, reteniendo el talento o potenciándolo para futuros desafíos. También, vamos interrogando el tradicional liderazgo masculino presente en la industria y promoviendo una organización de la vida doméstica y conyugal más igualitaria y democrática.
Por Carolina Bustos. Psicóloga especializada en organizaciones con enfoque de género.
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