Por Carolina Bustos. Coach Ontológico. Diplomada en Gestión de Organizaciones con Enfoque de Género. Implementadora NCh 3262 de Igualdad de Género y Conciliación de la vida laboral, familiar y personal. Gerenta Nuevos Negocios Humana Consultores.
Con el tiempo hemos comprendido que no nos fuimos a la casa a teletrabajar, sino que ha realizar un trabajo remoto. Si bien, ambos se llevan a cabo a distancia, una de las diferencias más relevantes en el contexto actual es que este último solo se puede ejecutar en el domicilio y, sobretodo, que ha sido improvisado por las circunstancias.
Mujeres y hombres trabajadores nos vimos forzados a improvisar escritorios móviles según las posibilidades de nuestro hogar, intentando asegurar que cada integrante de la familia pudiera “conectarse”. Así, al abrir las puertas de nuestros hogares develamos, en muchos casos, dinámicas familiares que generalmente resguardamos, pues forman parte de nuestra intimidad. Y en estas dinámicas empiezan a surgir las diferencias asociadas a los roles que hombres y mujeres asumimos.
Sabemos que los hombres se mueven en la vida laboral con un estereotipo fuerte de ser el proveedor del hogar, lo que hace que consciente e inconscientemente las labores del cuidado, de lo doméstico y la contención emocional sean transferidas a las mujeres. Sin embargo, compartir el mismo espacio de trabajo nos ha obligado a pensar cómo conciliar los aspectos de nuestra vida personal, familiar y laboral y ser corresponsables, es decir, que mujeres y hombres se responsabilicen por igual de las tareas domésticas, de la contención emocional, del cuidado de hijas, hijos y personas dependientes, superando la división sexual del trabajo.
Cifras previas a la pandemia ya demostraban estas desigualdades. La Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) del año 2018 indicaba que las mujeres destinan en promedio 5,8 horas diarias al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, mientras que los hombres solo dedican 2,59 horas a la misma labor ¿Cómo nos proyectamos entonces a un futuro escenario post pandemia? ¿Podemos utilizar la actual experiencia de trabajo remoto como una oportunidad para promover con mayor fuerza los cambios necesarios para avanzar hacia la igualdad?
Durante los últimos meses nos hemos puesto a disposición de empresas que han requerido apoyo en el manejo de crisis con enfoque de género. Así, nos hemos acercado a la realidad de muchas organizaciones desde vivencias íntimas, por medio de un diálogo profundo con quienes han participado en nuestros talleres de contención emocional, resiliencia organizacional y otros. En estos acercamientos hemos podido observar las diversas situaciones familiares de muchas mujeres: solteras, casadas con hijos, casadas sin hijos, separadas con o sin hijos, algunas cuidando padres, en fin.
Lamentablemente, en estos tiempos de crisis es cuando muchas organizaciones deciden prescindir de las mujeres a la hora de hacer ajustes. En consecuencia, he visto a muchas de ellas extremadamente exigidas por sus obligaciones laborales frente al temor de perder el trabajo. El llamado a las empresas aquí es a cumplir su rol social, comprometiéndose con las trabajadoras de su propia organización.
Por otro lado, muchos y muchas han manifestado que uno de los aspectos más favorables de la pandemia ha sido la oportunidad de compartir y cuidar a sus familias, parejas, hijos, hijas y mascotas. Sin embargo, esta “invasión” de la casa no solo ha generado felicidad, sino que también más carga para todas las mujeres, aquellas que tienen y no tienen un trabajo remunerado.
Estas dinámicas familiares que aparecían en las cifras pero que no estábamos acostumbrados a develar han salido desesperadamente a la luz en tiempos de pandemia y confinamiento, haciéndose carne con experiencias concretas y personales, esclareciendo los desafíos que tenemos para el escenario que se nos viene.
Si creemos que la carga de trabajo doméstica se resuelve solo con la corresponsabilidad -la asunción activa de los hombres de las tareas domésticas- nos quedamos cortos, pues ¿qué ocurre entonces con las mujeres que no tienen pareja, viven solas o tienen hijos que ya han dejado el hogar materno? Es clave que las organizaciones sean capaces de ver esta multiplicidad de composiciones familiares a la hora de generar estrategias para abordar la crisis.
La pandemia nos ha enseñado que podemos trabajar a distancia. Esta modalidad podría permanecer si ajustamos las tareas a objetivos y aseguramos espacios laborales adecuados en los hogares, para cumplir con el modelo de teletrabajo. También hemos aprendido que podemos tener jornadas de trabajo flexibles.
Estas y muchas otras pueden ser medidas de conciliación que las organizaciones puedan mantener y perfeccionar con los aprendizajes de la pandemia, ajustándolas a las variables sociodemográficas de sus equipos y familias. Superar la crisis es una tarea de la sociedad en su conjunto, puesto que los desafíos son enormes y abarcan aspectos económicos, sociales y culturales. Así, más que nunca, las organizaciones tienen una responsabilidad con la sociedad y sus trabajadores, priorizando el cuidado de la vida y de las personas. Si somos capaces de transformarnos para abordar esta crisis, los aprendizajes serán profundos y duraderos y abarcarán todos los ámbitos de nuestras vidas.
Esta columna fue publicada en RH Management